lunes, 1 de octubre de 2007
Pepsi Music Día 4: Evitando el ablande
En lo que fue prácticamente una reedición del Metal Fest, la música pesada tuvo su lugar en el quinto día del Pepsi Music, con Almafuerte, Horcas y Logos como anfitriones.
Con el comienzo de la semana, el Pepsi se mudó a Obras. O como reza la nueva dialéctica fashion del rock, pasó a ser “indoors” (aunque haya varias que no están seguros de cómo se pronuncia). La inauguración de las jornadas en El Templo del Rock, estuvo a cargo de verdaderos pesos pesados: Logos, Horcas y Almafuerte. Y no, no se juntó V8; aflojemos con los rumores ridículos muchachos.
La tarde arrancó desde temprano con los Gauchos de Acero (sí, los que colgaron el cover de Sepultura en YouTube) y Jerikó. Después llegaría el combinado de “ex-Rata Blanca’s” (Ian - Berdichevsky - Rowek), que ahora encarnan el proyecto solista de quien fuera cantante en “Entre el Cielo y el Infierno”. Precisamente, de esa placa interpretaron el cover de “Bajo Control”, algo que ya se convirtió en una costumbre en los recitales de la banda.
Con un estadio prácticamente colmado (seamos francos: ¿Quién iba a sacar platea para la fecha heavy?), llegó el primer plato fuerte de la noche: Logos. Con la portada de “Plan Mundial Para la Destrucción” (su última placa) en la pantalla gigante, Zamarbide y los suyos dieron el puntapié inicial con “Viaje a la Realidad”. Y desde el principio, fue la guitarra de Miguel Roldán la que acaparó todas las miradas (y oídos). Sonido fuerte y bien definido, el violero se hizo notar desde el minuto cero.
De la misma manera, no es novedad decir que la base rítmica de Ponce y Scasso logra conjugar potencia, técnica y velocidad formando una verdadera muralla de sonido. Sorpresivamente, el que no tuvo su mejor noche fue el Beto Zamarbide, que por momentos parecía obligado a tener que exigir su voz más que de costumbre.
Igualmente, la gente respondió de buena manera abajo del escenario. Sobre todo, cuando la banda revisitó clásicos de su mítica placa “La Industria del Poder”, como fue el caso de “Marginado”, “Ven a la Eternidad” o “No Te Rindas”. De paso anunciaron que van a grabar un disco reversionando esos viejos clásicos. Sí, bastante ladri, ya lo sabemos, pero puede llegar a ser interesante.
A cinco minutos de las nueve de la noche, la Les Paul de Sebastián Coria dio inicio al set de Horcas con “Pesadilla”, de su última placa “Asesino” editada el año pasado. Dicho sea de paso, va a haber que actualizar la escenografía muchachos, que todavía tiene el arte de tapa de “Demencial”. Pegado vino “Asesinos”, con dedicatoria especial de Walter Meza: “A los políticos corruptos, vamo’ a darle eh!”.
Lamentablemente, al igual que lo ocurrido cuando telonearon a Slayer el año pasado, el escenario de Obras no termina de sentarle cómodo a Horcas. Nuevamente le faltó potencia a las violas (excepto al momento de los solos), en gran parte debido a la decisión de sonar “por separado”, es decir, una de cada costado del escenario. Algo que puede funcionar para los discos, pero no le está dando frutos a la hora del vivo.
Sin embargo, la actitud de la banda puede más que las deficiencias del sonido. La arenga constante de Meza, sumado a la presencia de Yañez y Coria en el escenario (y un monumental Guillermo de Luca en la batería), hacen que la gente termine más que conforme. Eso, y el hecho de que hagan “Destrucción” de V8, tema eternamente idolatrado por la multitud. “El metal es unido o no será nada”, sentenció Walter antes de cerrar con “Esperanza” y zambullirse entre la gente.
Diez en punto. Ni un minuto más, ni un minuto menos. Las luces se apagan por última vez y “Pensando en llegar” marca el arranque de Almafuerte. Y arranca también el show paralelo de Don Ricardo, pero habrá tiempo para eso más adelante. En lo estrictamente musical, hay que decir que la banda atraviesa un gran momento, con un sobresaliente Claudio Marciello en guitarra. Además, el disco nuevo le brinda una bocanada de aire fresco al concierto, que en los últimos tiempos se había tornado algo redundante.
En el campo, más de cuatro mil almas de negro confirman que el cantito de “Iorio es lo más grande del heavy nacional” no es pura rima. El estadio parece estallar con “Triunfo”, “Homenaje” o “Patria al Hombro”. Es que como dijo el propio Iorio: “El metal de Almafuerte no es música para músicos, es música para las personas”. Y el público así lo entiende.
Además, el buen humor de Ricardo Iorio se hizo evidente una y otra vez a lo largo de la noche. Ya sea para despotricar contra los bares de Libertador que venden la cerveza a ocho pesos, o para armar un verdadero monólogo sobre los que pedían una botella de agua. “¿Por qué carajo cantás ‘el que no salta es un inglés’ si tenés una remera de Iron Maiden?”, se preguntó después de la arenga del estadio tras “El Visitante”. “Gente buena hay en todos lados, allá y acá”. Después agradeció a Mollo, Flavio y un sinfín de etcéteras antes de la despedida con “El Pibe Tigre” y un sentido “A Vos Amigo” dedicado precisamente a la amistad. Y entonces sí, ya no pudo contener el “chúpense esta pija tragaleches”. Como broche de oro llegó otro clásico de V8, en este caso “Muy Cansado Estoy”.
Todos los músicos que pasaron por el escenario se encargaron de aclarar que “el heavy metal no está muerto”. Es que si bien el género nunca mermó en cuanto a público, no hay que olvidar que en los primeros años de festivales en Argentina (2003/2004), el metal no formaba parte de la grilla. A fuerza de distorsión y convocatoria, el heavy ha sabido hacerse un lugar y continúa peleando por mantenerlo. El del martes pasado, fue un paso más en la batalla.
Foto: RollingStone
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