domingo, 18 de noviembre de 2007

Ojas: "Naranja"

Después de dos EP’s, Ojas llega a su primer disco. Con Pablo Romero de Arbol como productor.



En los tiempos que corren, no vamos a descubrir la pólvora al decir que la industria busca etiquetar cualquier cosa que asome. Por supuesto que los rótulos ayudan a tener una idea de lo que a grandes rasgos propone una banda, pero también es cierto que (cada vez más) se trata en varios casos de “inventar” nuevos géneros que no son tal cosa, para después podés colgar el cartelito de “los pioneros de…”, cuando en realidad es más de lo mismo.

“Naranja”, primer “larga duración” de los Ojas (sin H), es un disco que busca escaparle casi sistemáticamente a esos encasillamientos. Por supuesto que alguien podría aparecer diciendo que se trata de un postpunk-pop-techno-disonante, o algún invento por el estilo. Sin embargo, nada ganaríamos con ello. Se trata sí de un disco de canciones, pues más allá del “maquillaje” con consolas, samplers y todo recurso tecnológico que tengan a mano, eso es lo que se puede encontrar en el fondo de los diez tracks que integran el debut de este septeto.

Lo que sucede es que, no importa lo que pase, en cada una de las composiciones aparecen diferentes elementos (ya sean fruto de “tracción a sangre” o ayudas electrónicas) que van deformando y jugando con los límites de cada tema, o incluso en una misma estrofa. Más allá del aura pop que cubre esta primera producción de punta a punta, se entrelazan frente al oyente guitarras acústicas, beats electrónicos y distorsiones estridentes.

Lejos de sonar como una ensalada de sonidos inconexos, el resultado final termina siendo bastante armónico. Claro está que, con tanta maquinola y demases, no es un disco que lleve al oyente a un estado de relax ni mucho menos, pero sí es un disco que logra mantener una energía constante sin cansar ni caerse en el camino.

La producción de Pablo Romero (Arbol) no pasa desapercibida. De hecho, en más de una ocasión hay arreglos que recuerdan a la banda que hasta no hace mucho integraba Edu Schmidt, pero no hay dudas que si algo logra este primer disco, es darle a Ojas una identidad como banda. Tanto la tranquila “Hablo de Vos”, o “Space Night”, como el espíritu cuasi punk-rocker de la enérgica “Versiones”, son prueba de ello.

En esa amalgama, Ojas va y viene cómodamente sin perder el sentido de la orientación, y siempre en menos de cinco minutos. Se podrá decir que el que mucho abarca poco aprieta, pero también es cierto que el que no arriesga no gana. Claramente, el desafío de aquí en adelante pasará por no caer en la repetición.

Video de "Giratoria", corte de difusión de Naranja:

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Rastas coquetas de calle Corrientes



Dancing Mood se vistió de gala y grabó su primer disco en vivo en dos salas llenas del Teatro Opera. Más de veinte temas, invitados y una orquesta sinfónica para una noche gigante.


Nadie sabe realmente cuándo una banda pertenece al Mainstream. ¿Al sonar veinte veces en Radio Disney? ¿Al vender más de mil discos? ¿Al tener más merchandising que shows hechos? ¿Al tocar en el Teatro Opera? ¿Realmente importa? No, pero para una banda, y sobre todo para Hugo Lobo, hacer dos fechas en un teatro de Corrientes, seguramente que sí. Porque tuvieron que pasar varios años, tocando en diferentes bandas, sesionando a amigos y eligiendo a doce músicos para formar lo que hoy se conoce como Dancing Mood: un conjunto que, si se buscaría su estilo en el diccionario, figuraría como ska jamaiquino. Pero ellos fusionan el jazz, el reggae y las grandes orquestas.

Todavía vírgenes de teatros grandes y de butacas limpias, aprovecharon la oportunidad para repasar sus tres discos, grabar su primer disco en vivo, y ya que estaban, el primer DVD. Por eso Hugo Lobo dejó la campera de Adidas y como todos sus compañeros, se vistió de gala y llamó a una orquesta sinfónica de sesenta músicos y a un par de amigos invitados, para que la cosa quede redonda y lista para la ocasión.

Al abrirse las cortinas, una bola de sonido salió disparada para todos lados. Fuerte, como estornudo. Eran setenta y cinco instrumentos sonando al mismo tiempo, algo que el oído no está tan acostumbrado a escuchar. Por eso los primeros minutos de “Take Five” fueron necesarios para entender lo que ocurría y empezar a disfrutar, logrando separar instrumentos, unirlos, despegarlos y armar un lindo enchastre.

Mimi Maura entró a escena para tocar dos temas que desaceleraron el ritmo que generaron Skafrica y The Chicken, los dos del disco nuevo. Fue aplaudida y silbada versión obrero con calor. El micrófono por momentos se opacaba por los vientos, pero ella gritaba y cantaba bien.

El sábado apareció Vicentico, pero el domingo pintó el faltazo y la lista se redujo a veintidós temas. “Tunisia”, “Confucious” y “María” pasaron una al lado de la otra con la gente ya en los pasillos, cansados de no poder bailar. La emoción duraba hasta que los grandotes de seguridad pusieran mala cara y con un gesto manden a todos a sentar.

Deborah Dixon fue la segunda invitada previsible de la noche. Pegado a su versión de “Exhale” comenzó Police Woman, uno de los clásicos de la banda, donde el público se convirtió en ricotero y cantó los solos de viento como si fuera “El pibe de los astilleros”. Y como algo de eso hay, de un costado salió Skay Beilinson con una guitarra encima para ponerse en medio de dos saxofones. La gente pidió, como de costumbre, que se vuelvan a juntar. Entre abrazos y sonrisas constantes, se quedó para tocar “Fantasy”. Al salir, saludó cual rock star y un pibe le dio la mano y se subió al escenario, con remera del Indio encima, para abrazarlo y bajar meado.

Ya todo era cómodo: si uno se cansaba de bailar, miraba atrás, calculaba el asiento, y se tiraba un tema, dos, hasta escuchar que otro invitado entraba a escena. Ya para el final, Guillermo Bonetto de los Cafres, subió para cantar “Just the way you are”: claro ejemplo del tema sentado y fiaca.

Los precios variaban de acuerdo a qué tan lejos querías ver a la banda: iban de veinte a sesenta pesos. Razonable si se comienza a comparar y a evaluar la importancia del compromiso. Una mezcla de clases sociales lo entendió y llenaron las dos fechas. Se vieron a muchos que nunca escucharon a Charlie Parker y que sólo conocen a Bob Marley. Y eso es positivo, alentador podría decirse, ya que da cierto optimismo a la hora de pensar que si Airbag es nominado a mejor banda de rock en los premios de Mtv, no es porque los escuchen todos, sino porque alguien puso mucha plata.

Ya para el final, Mariano Castro entró y cantó “You Baby”. Aplausos y los primeros acordes de “Perdido”: todos arriba, todos adelante, esquivando acomodadores y piernas todavía fuera de lugar. El cantito de cancha se repitió cada vez que el estribillo instrumental comenzó. Se bailó y muchos rieron. Solo quedaba “Occupation” y listo: Hugo Lobo agradeció y se fue emocionado.

Las puertas se abrieron y afuera no era Jamaica ni a palos. Dancing Mood terminó una prueba complicada, esperando que no sea la última, creyendo que el público tan tonto no es, y que solo resta organizar una fecha interesante como estas, para que la gente se reúna y escuche algo distinto en medio de tantas cosas iguales.

Versión "deluxe" de Take Five, en el Opera:

viernes, 9 de noviembre de 2007

Teatro: Locura Ordinaria

El delirio es relativo de acuerdo a quien lo dice o lo decide. Pluma y Alquitrán divierte con buenas actuaciones y un excelente manejo del sonido.

Muchos dirán que los cuentos están hechos para los niños, que Peter Pan era un grandote que nunca creció y que el Principito era un rubio indeciso con ganas de viajar. Que la fantasía entretiene solo a aquellos con ganas de soñar y sin la menor idea de la triste realidad. Ok, ¿pero no es la idea? Al ver una película o ir al teatro, uno quiere ver situaciones irreales, lejanas y opuestas a nuestro estilo de vida y costumbres, viendo personajes exagerando momentos y reacciones. Algo que la obra de Gustavo Pardi intenta hacer con un excelente uso de vestuario, sonidos e iluminación y un gran equipo que lo respalda.

Pluma es un profesor y Alquitrán un doctor. Juntos conviven con otros seis personajes a cargo de un neurosiquiátrico. Apenas una delgada línea de cordura separan a los locos de los cuerdos, haciendo difícil la tarea de separarlos, conocerlos y ponerles el sello en la frente que los identifica como raros, extraños, locos, idiotas o como quieran llamarlos esta sociedad.

Soledad Angustias Alonso es una estudiante de medicina que viaja a Francia para visitar el instituto a cargo de Monsieur Maillard, el director de toda esa locura concentrada. Su idea es descubrir los complicados métodos de Pluma y Alquitrán para reprimir y/o conllevar esa extraña locura que reina en el lugar y que no tardan en contagiar.

Con actuaciones creíbles, absurdas y exageradas, la obra, basada en un cuento de Edgar Allan Poe, supera con éxito la difícil tarea de trabajar con nueve personajes en escena al mismo tiempo, logrando que el espectador mueva los ojos y escuche con atención los diálogos y el excelente uso de los sonidos ambientales.

Al salir, luego de aplaudir, claro, se puede apreciar la muestra de fotos de Marisa Caruso, quien logró captar los mejores momentos de la obra en blanco y negro. Todo junto, como un combo, en un domingo de sol de este verano mentiroso.

Teatro Del Sur, Venezuela 2255. Domingos 18 horas.
Actuan: Guillermo Blanco, Sol Busnelli, Luciana Cervera Novo, Aldana Cecilia Damiani, Christian Fresta y Natalia Martínez, Federico Negri, Gustavo Pardi, Javier Méndez Pared y Jimena Rey.
Dirección y puesta en escena: Gustavo Pardi
Escenografía: Sabrina Fernández
Versión: Ignacio Gómez Bustamante y Gustavo Pardi
Vestuario: Sol Busnelli, Luciana Cervera Novo y Marisa Lagui

martes, 6 de noviembre de 2007

La vida te da revancha

Exodus confirmó el gran momento que atraviesa con un demoledor show en El Teatro de Flores, que superó todas las expectativas.



Para una gran mayoría de personas, Exodus es (además de un tema de Bob Marley) simplemente “la banda en la que tocaba Kirk Hammet antes de irse a Metallica”, a pesar de haber brindado dos gemas del thrash metal como fueron “Bonded By Blood” (1985) y “Fabulous Disaster” (1989). Es cierto que la suerte no los acompañó. En los noventa apenas grabaron dos discos y su carrera se hizo más que intermitente, sumado esto a la muerte del cantante Paul Baloff en 2002. Para colmo, cuando el genial “Tempo of The Damned” de 2004 parecía reencaminarlos, Steve Souza decide dejar la banda en plena gira. Más precisamente, la noche que debían presentarse en República Cromañón.

Sin embargo, cuando todo parecía irse al tacho nuevamente, Gary Holt reclutó una nueva formación y su insistencia finalmente dio frutos con el impresionante “Shovel Headed Kill Machine” (2005), confirmando que se trataba de mucho más que un simple rejunte. Y como no hay dos sin tres, el quinteto estrenó en octubre “The Atrocity Exhibition… Exhibit A”. La noche del sábado, en El Teatro Flores, parecía entonces la ocasión perfecta para hacer olvidar el mal trago de aquellos que habían tenido que devolver su entrada tres años atrás.

Por más extraño que suene, el hecho de que el local de Rivadavia al 7800 haya estado lejos de llenarse (había menos de mil personas), terminó siendo una gran ventaja para el desarrollo del show: el espacio libre se convirtió en la escenografía ideal para un pogo desenfrenado. Aunque suene descabellado, fue un detalle esencial para el desarrollo de la noche, acorde a las reglas de la “vieja-escuela” del thrash.

Y hablamos de vieja escuela porque, a pesar de contar con enormes trabajos en los últimos años, Exodus no renegó en lo más mínimo de su pasado. Es que de los diez temas del hito thrasher que fue su primer disco, sonaron nueve. Y lo que comenzó como una sorpresa en el arranque (la seguidilla de “Bonded By Blood” y “Deliver Us To Evil”) terminó siendo costumbre. Lo único que daba la pauta de que uno no estaba en un bar de California en 1985 eran los pocos temas que se fueron mechando del resto de los discos a lo largo de la noche.

Sin embargo, la verdadera estrella de la noche fue la actitud de la banda. Por empezar, aún cuando su pésimo estado de salud era evidente (llego a vomitar sobre el escenario) Rob Dukes no se cansó de agitar al público a medida que desgarraba su garganta. Y hasta se dio el lujo de comandar el “wall of death”, en donde el campo se divide en dos aguas para luego chocar frente a frente (algo así como lo que hace Árbol, pero con 400 metaleros de cada lado, en vez de adolescentes con granitos). De todas maneras, el “premio chamigo” fue sin dudas para el ex Heathen Lee Altus, que no se cansó de regalar cerveza a los que estaban contra la valla y hasta llegó a decir, Quilmes en mano, que los argentinos teníamos la mejor birra del mundo.

Musicalmente, el show sólo fue opacado por unos pequeños percances de Dukes con el micrófono, pero el nivel de la banda fue realmente impecable. El siempre sonriente Gary Holt demostró ser un verdadero “amo del riff”, hasta se dio el gusto de deleitar a todos batiéndose a duelo de guitarras con su compañero de ruta. Por otro lado, el retorno de Tom Hunting en la batería demostró que poco y nada tiene para envidiarle a Paul Bostaph. Además, fue otro de los que alabó los productos nacionales, en su caso con una empanada de carne en mano después de los bises.

Probablemente en las listas de “shows del año” no sea común encontrarse con recitales donde el lugar esté en tres cuartos de su capacidad, o en los que el micrófono le haya fallado al cantante en tres o cuatro temas. Sin embargo, la entrega de Exodus hizo que difícilmente haya otro acontecimiento este año que supere lo que se vivió el sábado por la noche en Flores. Es que en el balance la comunión con el público, y la capacidad de los músicos de transmitir su pasión por la música que están tocando, aún cuando se trate de riffs con la potencia de una locomotora es sencillamente, im-pre-sio-nan-te.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Kapanga: "Crece"



El Mono y compañía llegan a su sexto trabajo de estudio, después de tres años de silencio, en los que la banda experimentó tal vez el mayor crecimiento de sus ya más de diez años de historia.


Entre 2004 y 2005, Kapanga pasó del Teatro Colegiales (hasta entonces el único que había) al Estadio Obras de la mano de “¡Esta!”, un disco cargado de canciones que rápidamente se convertirían en semi-clásicos de la banda. Después de haber llenado el templo del rock tres veces en un año, este 2007 obligaba prácticamente a los de Quilmes a editar un nuevo disco, más allá del vivo+DVD del año pasado (“Kapangstock”).

“Crece”, su sexto trabajo de estudio, intenta consolidar discográficamente, el crecimiento que el Mono y los suyos experimentaron en los últimos años. Sin embargo, esta nueva placa de Kapanga queda a mitad de camino en su intento por suceder a “¡Esta!”. Al contrario de lo que uno podía imaginar, en este caso la banda no logra contagiar mediante el disco esa energía y vitalidad que caracteriza tanto sus presentaciones en vivo como sus anteriores trabajos.

Si volvemos la vista hacia atrás, se podría decir que lo que sucede con este último disco es similar a lo que fue “Operación Rebenque” (2000), un disco que más allá de algunos clásicos indiscutidos como “La Taberna” o “Bailarín Asesino”, no lograba mantener ese mismo nivel a medida que se desarrollaba la placa.

Con “Crece” sucede algo parecido. Por un lado, buena parte del disco rescata el espíritu cuartetero de “A 15 centímetros de la realidad”, como la genial “Mesa 4” o el melancólico “Perdoname”, que incluye la versión “a la cordobesa” del solo de “Highway Star” de Deep Purple. Hasta aquí, 100% Kapanga, de esas canciones que obligatoriamente arrancan una carcajada cómplice del oyente.

Pero por otro lado, el resto del disco explora canciones más tradicionales que no logran contagiar esa “energía kapanguera”, más allá de algunos pasajes interesantes como “Me voy yendo” o el infaltable reggae de “Para mi”, aunque esta vez no sea Maikel el encargado de las voces.

Es que más allá de lo hitero de “Hay un lugar” (sabiamente elegido como corte de difusión), lo que le falta a “Crece” es ese sentido del humor que aparecía tácita o directamente en las canciones de Kapanga, aún cuando fuese para hablar de historias de amor como fueron “Desearía” o “El Universal”, hasta temáticas más controvertidas como las de “Labios” o “Desesperado”.

No es que Kapanga haya cambiado el eje de sus canciones, pero sucede que “Crece” no consigue transmitir esas historias con la creatividad y el ingenio de trabajos como “Botanika” o “¡Esta!”. Y aunque hace su fuerte en una revitalización del espíritu cuartetero que marcó los inicios de la banda (sin dudas el mayor atractivo de la placa), lo cierto es este sexto trabajo no parece encontrarse a la altura de lo que la banda es capaz de ofrecer hoy por hoy. Mientras tanto, habrá que conformarse con sus (sobresalientes) shows en vivo.