miércoles, 14 de noviembre de 2007
Rastas coquetas de calle Corrientes
Dancing Mood se vistió de gala y grabó su primer disco en vivo en dos salas llenas del Teatro Opera. Más de veinte temas, invitados y una orquesta sinfónica para una noche gigante.
Nadie sabe realmente cuándo una banda pertenece al Mainstream. ¿Al sonar veinte veces en Radio Disney? ¿Al vender más de mil discos? ¿Al tener más merchandising que shows hechos? ¿Al tocar en el Teatro Opera? ¿Realmente importa? No, pero para una banda, y sobre todo para Hugo Lobo, hacer dos fechas en un teatro de Corrientes, seguramente que sí. Porque tuvieron que pasar varios años, tocando en diferentes bandas, sesionando a amigos y eligiendo a doce músicos para formar lo que hoy se conoce como Dancing Mood: un conjunto que, si se buscaría su estilo en el diccionario, figuraría como ska jamaiquino. Pero ellos fusionan el jazz, el reggae y las grandes orquestas.
Todavía vírgenes de teatros grandes y de butacas limpias, aprovecharon la oportunidad para repasar sus tres discos, grabar su primer disco en vivo, y ya que estaban, el primer DVD. Por eso Hugo Lobo dejó la campera de Adidas y como todos sus compañeros, se vistió de gala y llamó a una orquesta sinfónica de sesenta músicos y a un par de amigos invitados, para que la cosa quede redonda y lista para la ocasión.
Al abrirse las cortinas, una bola de sonido salió disparada para todos lados. Fuerte, como estornudo. Eran setenta y cinco instrumentos sonando al mismo tiempo, algo que el oído no está tan acostumbrado a escuchar. Por eso los primeros minutos de “Take Five” fueron necesarios para entender lo que ocurría y empezar a disfrutar, logrando separar instrumentos, unirlos, despegarlos y armar un lindo enchastre.
Mimi Maura entró a escena para tocar dos temas que desaceleraron el ritmo que generaron Skafrica y The Chicken, los dos del disco nuevo. Fue aplaudida y silbada versión obrero con calor. El micrófono por momentos se opacaba por los vientos, pero ella gritaba y cantaba bien.
El sábado apareció Vicentico, pero el domingo pintó el faltazo y la lista se redujo a veintidós temas. “Tunisia”, “Confucious” y “María” pasaron una al lado de la otra con la gente ya en los pasillos, cansados de no poder bailar. La emoción duraba hasta que los grandotes de seguridad pusieran mala cara y con un gesto manden a todos a sentar.
Deborah Dixon fue la segunda invitada previsible de la noche. Pegado a su versión de “Exhale” comenzó Police Woman, uno de los clásicos de la banda, donde el público se convirtió en ricotero y cantó los solos de viento como si fuera “El pibe de los astilleros”. Y como algo de eso hay, de un costado salió Skay Beilinson con una guitarra encima para ponerse en medio de dos saxofones. La gente pidió, como de costumbre, que se vuelvan a juntar. Entre abrazos y sonrisas constantes, se quedó para tocar “Fantasy”. Al salir, saludó cual rock star y un pibe le dio la mano y se subió al escenario, con remera del Indio encima, para abrazarlo y bajar meado.
Ya todo era cómodo: si uno se cansaba de bailar, miraba atrás, calculaba el asiento, y se tiraba un tema, dos, hasta escuchar que otro invitado entraba a escena. Ya para el final, Guillermo Bonetto de los Cafres, subió para cantar “Just the way you are”: claro ejemplo del tema sentado y fiaca.
Los precios variaban de acuerdo a qué tan lejos querías ver a la banda: iban de veinte a sesenta pesos. Razonable si se comienza a comparar y a evaluar la importancia del compromiso. Una mezcla de clases sociales lo entendió y llenaron las dos fechas. Se vieron a muchos que nunca escucharon a Charlie Parker y que sólo conocen a Bob Marley. Y eso es positivo, alentador podría decirse, ya que da cierto optimismo a la hora de pensar que si Airbag es nominado a mejor banda de rock en los premios de Mtv, no es porque los escuchen todos, sino porque alguien puso mucha plata.
Ya para el final, Mariano Castro entró y cantó “You Baby”. Aplausos y los primeros acordes de “Perdido”: todos arriba, todos adelante, esquivando acomodadores y piernas todavía fuera de lugar. El cantito de cancha se repitió cada vez que el estribillo instrumental comenzó. Se bailó y muchos rieron. Solo quedaba “Occupation” y listo: Hugo Lobo agradeció y se fue emocionado.
Las puertas se abrieron y afuera no era Jamaica ni a palos. Dancing Mood terminó una prueba complicada, esperando que no sea la última, creyendo que el público tan tonto no es, y que solo resta organizar una fecha interesante como estas, para que la gente se reúna y escuche algo distinto en medio de tantas cosas iguales.
Versión "deluxe" de Take Five, en el Opera:
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario